No puedo decir el año que corría porque no lo recuerdo, pero sí recuerdo, muchos años atrás, siendo yo un niño, cuando me topé con este personaje. Mi primer contacto con Charles Spencer Chaplin no fue en una película, fue en una heladería que llevaba su propio nombre. En su pared central colgaba una gran imagen suya con esa indumentaria tan característica, cedida por el malogrado Fatty Arbuckle. Me quedé pasmado observándolo. Si la intención de Chaplin, vistiéndose así y plasmando en su cara cierta expresión entre cómica y apesadumbrada, era captar la admiración del público, en mí lo había conseguido. Sin saberlo aquél fue mi primer acercamiento al cine. Desde entonces visioné varios gags de sus películas como la escena de los panecillos o cuando se come su zapato en La Quimera del Oro. Con un movimiento de hombros y un gesto de su mano, Chaplin era capaz de expresar mucho más de lo que cualquier intérprete podría decir con la boca. Todo esto hacía crecer mi interés por el gran cómico, hasta que llegó a mi la película Tiempos Modernos.
Un rebaño de ovejas cruza la gran pantalla. La escena se funde a un grupo de obreros que entra a riadas en una fábrica. Uno de ellos es Chaplin. El pequeño vagabundo de antaño trabaja ahora en una cadena de montaje. Lo usan como conejillo de Indias para las pruebas de una máquina alimentadora, un práctico dispositivo que alimenta automáticamente a los hombres mientras trabajan. Tras un hilarante desacuerdo con la máquina, sufre una crisis nerviosa a causa de la tensión, se vuelve loco y lo envían a un manicomio. Cuando sale, es arrestado y encarcelado por comunista. Cuando lo liberan, la vida le parece tan dura que intenta en vano que lo vuelvan a arrestar. Conoce a una huérfana que huye de la justicia, encarnada por Paulette Gorddard, papel que la hizo famosa.
Con Paulette Goddard, su compañera sentimental en aquella época, Chaplin colocó junto a su héroe a una figura casi igual a él, una especie de vagabunda femenina. La película saca su postura optimista al final de esa vida en común. Así, Chaplin incluso acaba rompiendo su mutismo por la chica. Empujado por ella, actúa en un salón de baile. Y como no consigue memorizar el texto se inventa una canción sin sentido, cuyo significado sólo se descubre gracias a la gesticulación. Con esa canción llegaba a un acuerdo con el cine sonoro y acababa la época de su vagabundo.
Esta película se consagra a criticar un nuevo conflicto: el capital y el trabajo están en tajante oposición, y el hombre no puede ignorar a los pobres, los desheredados, marchan hacia una meta precisa y tienen reivindicaciones concretas. En la parodia de la cadena de montaje, espantosa máquina anuladora de la voluntad individual; en el símbolo del dirigente, lejano y omnipresente en la fábrica gracias a un circuito de televisión, y en las escenas de las masas obreras en fermentación, Chaplin reconoce la nueva realidad. Aunque viva un modesto sueño personal de amor junto a su novia, el contexto visual y los bailes destructores del vagabundo tienen un robusto significado de revuelta contra el alud de egoísmo individual y organizado. Estas críticas hicieron que lo consideraran comunista y lo obligaran abandonar el país. Sin embrago, en 1999, Tiempos Modernos fue la cuarta película en una lista de cuarenta y cinco que el Vaticano consideró adecuadas para sus fieles.
Artículo publicado por Orang_Clockwork.
Un rebaño de ovejas cruza la gran pantalla. La escena se funde a un grupo de obreros que entra a riadas en una fábrica. Uno de ellos es Chaplin. El pequeño vagabundo de antaño trabaja ahora en una cadena de montaje. Lo usan como conejillo de Indias para las pruebas de una máquina alimentadora, un práctico dispositivo que alimenta automáticamente a los hombres mientras trabajan. Tras un hilarante desacuerdo con la máquina, sufre una crisis nerviosa a causa de la tensión, se vuelve loco y lo envían a un manicomio. Cuando sale, es arrestado y encarcelado por comunista. Cuando lo liberan, la vida le parece tan dura que intenta en vano que lo vuelvan a arrestar. Conoce a una huérfana que huye de la justicia, encarnada por Paulette Gorddard, papel que la hizo famosa.
Con Paulette Goddard, su compañera sentimental en aquella época, Chaplin colocó junto a su héroe a una figura casi igual a él, una especie de vagabunda femenina. La película saca su postura optimista al final de esa vida en común. Así, Chaplin incluso acaba rompiendo su mutismo por la chica. Empujado por ella, actúa en un salón de baile. Y como no consigue memorizar el texto se inventa una canción sin sentido, cuyo significado sólo se descubre gracias a la gesticulación. Con esa canción llegaba a un acuerdo con el cine sonoro y acababa la época de su vagabundo.
Esta película se consagra a criticar un nuevo conflicto: el capital y el trabajo están en tajante oposición, y el hombre no puede ignorar a los pobres, los desheredados, marchan hacia una meta precisa y tienen reivindicaciones concretas. En la parodia de la cadena de montaje, espantosa máquina anuladora de la voluntad individual; en el símbolo del dirigente, lejano y omnipresente en la fábrica gracias a un circuito de televisión, y en las escenas de las masas obreras en fermentación, Chaplin reconoce la nueva realidad. Aunque viva un modesto sueño personal de amor junto a su novia, el contexto visual y los bailes destructores del vagabundo tienen un robusto significado de revuelta contra el alud de egoísmo individual y organizado. Estas críticas hicieron que lo consideraran comunista y lo obligaran abandonar el país. Sin embrago, en 1999, Tiempos Modernos fue la cuarta película en una lista de cuarenta y cinco que el Vaticano consideró adecuadas para sus fieles.
Artículo publicado por Orang_Clockwork.